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Reportaje a: Antonio Dal Masetto

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Italiano de nacimiento, saltense por adopción, argentino por elección, Antonio Dal Masetto hoy disfruta el reconocimiento hacia su labor.


Este tano de aire triste, que muestra una primera imagen seria, que parece estar ausente, al que quizá le moleste el éxito, hoy es nota de diarios, revistas y radios de alcance nacional. Todos quieren saber de su vida, del porqué de cada uno de sus cuentos, sus novelas, sus libros, por eso se sorprende cuando la propuesta es hablar del deporte en general y de fútbol en particular. En esto, tampoco es un improvisado.


-“En Italia vivía cerca de una cancha de fútbol, y también jugaba en el colegio.


Cuando llegué a Salto, a los doce años, el fútbol cumplió un papel muy importante: En la lucha personal por insertarme en esta nueva realidad, sin conocer el idioma, el fútbol fue una puerta grande a la amistad, a la pronta adaptación, gracias al lenguaje universal que tiene este deporte.”


El joven italianito que se hacía respetar en los picados, además tenía otras inquietudes:


-“En frente de casa vivía un hombre mayor, un ser solitario, aunque vivía con algunos familiares. Este hombre, que tenía muchos libros en castellano –de los que obtuve mis primeros conocimientos-, me transmitió su pasión por River Plate y los ídolos de entonces, como Walter Gómez, Angelito Labruna y Féliz Loustau.”


Época de pantalones grandes con cordón en la cintura, suspensores, medias grises, camisetas de piqué y botines engrasados: -“Me pasaba horas pasándole grasa, que sacaba de la carnicería de mi padre, a los botines… era como un ritual.”


Época de partido tras partido, de volver corriendo y sin ducharse a la carnicería para descargar el carro que llegaba del matadero: -“Jugábamos mucho al fútbol. Los sábados en Quinta, los domingos por la mañana en Cuarta y a la tarde con el equipo del barrio; íbamos a jugar desafíos, que no sé quién armaba, a alguna estación.


Tengo recuerdos imborrables de esos viajes delirantes, en un camioncito alquilado. Un día de lluvia, volviendo de Arroyo Dulce, volcamos y el equipo entero fue a parar al medio del maíz.”


Un año en San Martín y después Compañía General, donde llegó a jugar en Primera a los diecisiete años, hasta que las ansias de vivir nuevas experiencias lo llevaron a la gran ciudad.


-“Hay recuerdos muy fuertes de algunos partidos… Siempre hay un gol errado que se lamenta toda la vida. Esto fue motivo de una historia que escribí: Un diálogo entre dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo, y uno le cuenta al otro que todas las noches sueña con aquel gol increíble que se perdió con el arco libre. Tiene cincuenta años y no se lo puede perdonar… es como un pecado. Volviendo a mí, era half derecho (entre un marcador de punta y un mediocampista, para los jóvenes de hoy). Fui compañero de Nicolás “Camani” Conti, actual presidente de Compañía, y rival, pero amigo, de “Polón” Chiari y del “Negro” Ayala, con quien me encontré hace poco, después de muchos años sin vernos, y estuvimos recordando aquellas épocas. Sin duda, el fútbol sigue siendo uno de mis amores… Son momentos inolvidables, muy fuertes y muy gratos de recordar, como la primera novia. Cosas que se viven con la inocencia y la pureza de los quince o dieciséis años.”


Ya en Buenos Aires, agarró los libros y el fútbol quedó relegado, salvo por unos picados esporádicos.


El alejamiento de la práctica activa y los años a cuesta le hacen tener una visión más fría, menos apasionada, y hasta se siente algo desilusionado por el deporte actual.


-“El deporte en general es una actividad noble, donde la gente se siente hermanada por la sana competencia; por lo menos, así debería ser.


Tiene una gran injerencia en la cultura, por eso se lo ha usado tantas veces con mala intención por las dictaduras. El fútbol divide y adjudica poderes, y los jugadores terminan siendo marionetas. Ojalá se vuelva a los orígenes, sin tantos intereses y querer ganar a cualquier precio.”


-En este sentido, ¿qué le dejó el último mundial?


-“Para mí, pasó casi inadvertido. Tuvo mucho que ver que el país organizador fuera Estados Unidos. En cuanto al juego, no fue real: La capacidad física estuvo limitada por la alta temperatura. Del caso Maradona no tengo una opinión clara… Hubo muchos errores de varias partes y un aprovechamiento desmedido de la situación.


Hoy el fútbol mueve tanto dinero, que es lógico que aparezcan mafias que quieran dominarlo. Nunca sabremos qué se digita y qué no. Nos queda la satisfacción de que el espectáculo sea bueno, pera esta red invisible condiciona el nivel de juego.”


-¿Qué sensación le produce la idolatría de la gente hacia Maradona?


-“Los argentinos tienen una tendencia a la idolatría muy particular; forma parte de la cultura de un país. La gente necesita aferrarse a alguna figura porque le faltan otras; no son más que carencias. De todas formas, me parece muy bueno que idolatren a Maradona como el extraordinario jugador que es, pero no se puede esperar que solucione todos los problemas. Él no es culpable de nada; nadie es quién para juzgarlo mientras no atente contra los demás. A Maradona, como a cualquier otro, el poder de los medios lo eleva y lo baja hasta las últimas consecuencias. Todo es un gran negocio. Me gustaría escribir sobre la complejidad de su vida… Es un personaje apasionante.”


Y Dal Masetto, que en un principio se mostraba ajeno al tema, por momentos se parece a un hincha más. Como buen esteta, rescata la belleza el fútbol.


-“El fútbol de hoy me aburre. Supongo que antes era mejor como espectáculo. Como me gusta ver un buen cuadro, me deleita ver a un jugador hábil. Hoy, desgraciadamente, prevalece la fuerza a la habilidad. Otro mal de hoy, son las escuelas de fútbol: Coartan la improvisación de los chicos, anulan la posibilidad de diversión genuina. En mis tiempos, el potrero era un símbolo de libertad, donde éramos dueños del espacio, la pelota y el tiempo.”


A pesar de los años transcurridos, el lazo que lo une a su querido Compañía se mantiene firme: -“Hace unos diez años me hicieron llegar un cuadro del equipo campeón de Quinta División del ’55, del que formé parte. Fue un gesto muy amable. Me causó mucho placer escribir un texto para un diario de capital sobre la campaña que realizaron en el Torneo del Interior pasado. Fue una linda forma de recordar y agradecer lo yo había vivido.”


-Antonio, usted nació en Italia, pero vivió la mayor parte del tiempo aquí, ¿por quién hincha cuando se enfrentan?


-“Es una muy buena pregunta. Alguien me preguntó si me sentía más argentino que italiano, y yo le sugerí la pregunta que vos me hacés ahora, pero no lo hizo. Es un sentimiento confuso: Por un lado, acá nacieron mis hijos, soy naturalizado, pasé la mayor parte de mi vida y, por el otro, está el recuerdo de la primera camiseta que sentí como propia… Es curioso que sea el deporte lo que defina la nacionalidad pero, la verdad es que no lo sé realmente.”


Sé que prefirió guardarse la respuesta. Igualmente, los dos quedamos satisfechos: Él, por haberse permitido la emoción del recuerdo, yo, por haber ayudado a esa emoción.


Al despedirnos, por un instante, me pareció ver a un tanito de piernas flacas, con pantalones cortos y amplios, corriendo detrás de una pelota con un libro bajo el brazo.


CARLOS ABEL RIGGI


Revista De.Por.Té

Noviembre de 1994